domingo, 11 de noviembre de 2007


CARTAGENA EN LA FICCION DEL AMOR Y OTROS DEMONIOS

En la novela intervienen, para su verosimilitud, la anécdota periodística y la tradición oral, en cuyas secuencias de historias y sus trazos narrativos, expuestos a lo largo del relato, recrean en detalle los orígenes e implicaciones del suceso primordial, del cual el autor fue testigo, registrado con precisión en la solapa, fuera del texto novelístico. García Márquez testifica el suceso, ocurrido el 26 de octubre de 1949, cuando era reportero, el día en que se exhumaron restos humanos en el histórico convento de las Clarisas, situado en el poniente de la Cartagena colonial, hoy convertido en un suntuoso hotel, muy cerca de las murallas que dan contra el mar. Mientras los obreros destapaban las fosas, ocurrió lo siguiente:
En la tercera hornacina del altar mayor, del lado del Evangelio, allí estaba la noticia. La lápida saltó en pedazos al primer golpe de la piocha y una cabellera viva de un color cobre intenso se derramó fuera de la cripta. El maestro de obra quiso sacarla completa con la ayuda de los obreros, y cuanto más tiraban de ella más larga y abundante parecía, hasta que salieron las últimas hebras todavía prendidas a un cráneo de niña... en la hornacina no quedaron nada más que unos huesecillos menudos y dispersos, y en la lápida de cantería carcomida por el salitre sólo era legible un nombre sin apellidos: Sierva María de Todos los Ángeles. Extendida en el suelo la cabellera espléndida medía veintidós metros con once centímetros.
Luego acota, en diálogo con el maestro de obra, que si el pelo humano crecía un centímetro por mes hasta después de la muerte, la extensión del cabello del caso parecía un buen promedio para 200 años. Entonces García Márquez recuerda cómo su abuela contaba la leyenda de la marquecita de 12 años cuya cabellera le arrastraba como una cola de novia, muerta hacía mucho tiempo del mal de rabia, por el mordisco de un perro, y venerada en los pueblos del Caribe por sus muchos milagros.

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